¡Al fin he vuelto de Bruselas! >o< Siento haberos tenido tan abandonados todo este tiempo, pero estaba ganándome el pan ;D (Of course).
Sin saber otra cosa que Bruselas es famoso por sus galletas, chocolates y gofres, me planté con un abrigo de pelo sintético y casi 5º fuera de las puertas.
Así que os contaré mis impresiones ;D
Para empezar yo iba con muchos prejuicios. No es que haya estado nunca en Bélica, es que después de vivir 6 meses en la ordenada, limpia, eficiente, correcta y perfecta Alemania me encontré con un país donde a las 9 de la noche no teníamos quien nos diera un simple mendrugo de pan. Perdidos por carreteras oscuras y rodeadas de frondosos bosques, acabamos comiéndonos un kebab en un sitio genial.
Y la verdad es que había dos gatos allí apostados y nadie más. Las calles estaban desiertas, las bolsas de basura apiladas delante de las puertas y no se oía ni a un alma ni se veía una luz encendida a partir de las 7 de la tarde (por supuesto, esto en Bruselas - capital cambia).
En Bruselas SIEMPRE llueve. No es como en Galicia que dicen: "sempre está a chover". Nononono, SIEMPRE llueve. Tienen las carreteras apostadas por enormes árboles centenarios, verde y más verde lima y ríos y un cuidado ecológico brutal.
Viendo este panorama de tulipanes y frondosos fresnos, casi se me olvidó mirar a las grietas de la carretera.
Y los belgas son super amables y divertidos. Te ven con cara de turista rara y ya te están ofreciendo las mayores facilidades. No son abiertos para trabar amistad, pero son amables como ellos solos.
A la noche el centro de Bruselas - capital se llenaba exclusivamente por las calles turísticas de irlandeses, alemanes, españoles y mil nacionalidades más.
Todo el mundo habla inglés así que no tuve que esforzarme mucho por recuperar mi viejo y medio olvidado francés.
Hay calles colindantes a la Gran Place, oscuras e iluminadas por farolillos geniales que te llevan a las bombonerías y tiendas de souvenirs abiertas hasta las 2 y 3 de la mañana.
Y sobretodo, a los restaurantes belgas. Esas brasseries donde se jactan de tener una carne a la parrilla deliciosa y esos preciosos locales llenos del charme francés: mesitas pequeñas iluminadas por candelabros, camareros que hablan inglés, francés, castellano, italiano, alemán y lo que haga falta para convencerte de que entres a probar la mejor comida que os hayan servido jamás (un consejo... son caros de narices. En Bruselas, si no ponen el precio de los alimentos en la puerta, desconfiad!)
Y sobretodo, lo mejor de Bruselas son sus dulces (bombones! chocolates! deliciosos manjares!!!!). Proliferaban por todas partes tiendas de dulces árabes, bombonerías con atractivos dependientes en delantal y camisita blanca y, cómo no, los famosos gofres de Bruselas.
(Vengo gorda, muy gorda)
Para empezar yo iba con muchos prejuicios. No es que haya estado nunca en Bélica, es que después de vivir 6 meses en la ordenada, limpia, eficiente, correcta y perfecta Alemania me encontré con un país donde a las 9 de la noche no teníamos quien nos diera un simple mendrugo de pan. Perdidos por carreteras oscuras y rodeadas de frondosos bosques, acabamos comiéndonos un kebab en un sitio genial.
Y la verdad es que había dos gatos allí apostados y nadie más. Las calles estaban desiertas, las bolsas de basura apiladas delante de las puertas y no se oía ni a un alma ni se veía una luz encendida a partir de las 7 de la tarde (por supuesto, esto en Bruselas - capital cambia).
En Bruselas SIEMPRE llueve. No es como en Galicia que dicen: "sempre está a chover". Nononono, SIEMPRE llueve. Tienen las carreteras apostadas por enormes árboles centenarios, verde y más verde lima y ríos y un cuidado ecológico brutal.
Viendo este panorama de tulipanes y frondosos fresnos, casi se me olvidó mirar a las grietas de la carretera.
Y los belgas son super amables y divertidos. Te ven con cara de turista rara y ya te están ofreciendo las mayores facilidades. No son abiertos para trabar amistad, pero son amables como ellos solos.
A la noche el centro de Bruselas - capital se llenaba exclusivamente por las calles turísticas de irlandeses, alemanes, españoles y mil nacionalidades más.
Todo el mundo habla inglés así que no tuve que esforzarme mucho por recuperar mi viejo y medio olvidado francés.
Hay calles colindantes a la Gran Place, oscuras e iluminadas por farolillos geniales que te llevan a las bombonerías y tiendas de souvenirs abiertas hasta las 2 y 3 de la mañana.
Y sobretodo, a los restaurantes belgas. Esas brasseries donde se jactan de tener una carne a la parrilla deliciosa y esos preciosos locales llenos del charme francés: mesitas pequeñas iluminadas por candelabros, camareros que hablan inglés, francés, castellano, italiano, alemán y lo que haga falta para convencerte de que entres a probar la mejor comida que os hayan servido jamás (un consejo... son caros de narices. En Bruselas, si no ponen el precio de los alimentos en la puerta, desconfiad!)
Y sobretodo, lo mejor de Bruselas son sus dulces (bombones! chocolates! deliciosos manjares!!!!). Proliferaban por todas partes tiendas de dulces árabes, bombonerías con atractivos dependientes en delantal y camisita blanca y, cómo no, los famosos gofres de Bruselas.
Mil y en cantidades!!! Con galletas maría, con nata, con fresas :'( |
Esto son dulces árabes... >o< Ya os imaginais. |
(Vengo gorda, muy gorda)
Y por último, no me dio tiempo a vislumbrar muchas tiendas que no fueran de lujo y tuvieran cosas guays, pero me quedé con una galería interior cerca de la Grand Place donde vendían fantásticas botas raras y sexies como estas.
Y bueno, esta es mi única foto decente. Yo era la fotógrafa, no mis acompañantes ;D
no siempre llueve, cuando fui en marzo una semana no llovió ni un día ;P y la verdad es que es un sitio estupendo, es una pena que no pudieras verla a fondo, otra vez será ^^.
ResponderEliminarBye!!
pdt: ¿no encuentras raro que teniendo tantos magníficos dulces la mayoría este delgada? si yo viviera allí sería una bola xD.